Vol. 30 Núm. 2 (2024): REVIEW OF MEDICAL PRACTICE
REVIEW OF MEDICAL PRACTICE

Damas y caballeros, queridos lectores,

Les presento el segundo número de este año, el volumen XXX de la revista trimestral "Review of Medical Practice". En el número actual presentamos muchas publicaciones interesantes, entre ellas: estudiar bajo el título "Las propiedades antienvejecimiento de la metformina, las flozinas y los agonistas del receptor GLP-1: una mini revisión". La insulina es una hormona producida por las células beta de los islotes pancreáticos. Su función más importante es reducir los niveles de glucosa en sangre. Esto sucede al aumentar la absorción de glucosa por parte de los músculos esqueléticos, el hígado y el tejido adiposo, donde (ésta es otra función importante de la insulina) se inhibe la lipólisis, es decir, la descomposición de las grasas. Los problemas comienzan cuando los tejidos ya no son sensibles a la insulina. Luego hablamos de resistencia a la insulina (RI). El exceso de insulina causa obesidad. Esto se debe, entre otras cosas, a que la insulina aumenta la deposición de grasas en el tejido adiposo. La aparición de la diabetes precede a la prediabetes, es decir, una alteración de la glucemia en ayunas y/o una alteración de la tolerancia a la glucosa. La resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2 son problemas de salud graves que se han vuelto cada vez más comunes en todo el mundo en los últimos años. La resistencia a la insulina es un trastorno metabólico que puede tener consecuencias de gran alcance para la salud. Es un factor de riesgo clave para el desarrollo de diabetes tipo 2, que es una enfermedad metabólica crónica caracterizada por niveles elevados de glucosa en sangre como resultado de la resistencia a la insulina y la producción insuficiente de insulina por parte del páncreas. La diabetes tipo 2 y la resistencia a la insulina pueden provocar muchas complicaciones de salud graves, que incluyen: enfermedades cardíacas, enfermedades renales, problemas de visión, neuropatía y problemas con la cicatrización de heridas.

A nivel mundial, el número de personas con resistencia a la insulina se estima entre el 10% y el 30% de la población adulta, lo que representa cientos de millones de personas. Esta enfermedad suele asociarse con obesidad, dieta inadecuada y poca actividad física (1).

En cuanto a la diabetes tipo 2, según la Federación Internacional de Diabetes (FID), 537 millones de adultos padecieron diabetes en 2021, lo que supone aproximadamente el 10,5% de la población adulta mundial. Las previsiones indican que en 2030 esta cifra aumentará a 643 millones y en 2045 a 783 millones (2).

En Polonia la situación también es alarmante. Se estima que aproximadamente 3 millones de polacos padecen diabetes tipo 2 y la resistencia a la insulina afecta a muchas personas, aunque es difícil estimar datos precisos debido a la falta de estudios poblacionales claros. Se espera que en 2030 uno de cada diez polacos padezca diabetes (3).

La diabetes tipo 2 y la resistencia a la insulina son desafíos de salud global que requieren un enfoque multifacético. La educación sobre un estilo de vida saludable, mejorar el acceso a una alimentación saludable y promover la actividad física son claves para combatir estos problemas. Las políticas sanitarias y las campañas sociales adecuadas también pueden ayudar a limitar la propagación de estas enfermedades. El diagnóstico temprano, los cambios en el estilo de vida y el tratamiento adecuado pueden ayudar a prevenir complicaciones y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por estos problemas de salud.

La aparición en el mercado de los inhibidores de SGLT2 (flosinas) y de los agonistas del péptido 1 similar al glucagón ha revolucionado el tratamiento tanto de la diabetes tipo 2 como de la obesidad. Sus efectos cardio y nefroprotectores permitieron una reducción efectiva del riesgo de desarrollar complicaciones y muerte prematura de los pacientes. En el trabajo publicado, presentamos los mecanismos por los cuales la metformina, las flosinas y los análogos de GLP-1 pueden tener un efecto retardador del envejecimiento. Los estudios muestran que estos medicamentos pueden revertir los cambios en el tejido graso causados ​​por el envejecimiento. También reducen la gravedad de la inflamación, el estrés oxidativo, mejoran el rendimiento mental y ayudan a reducir los síntomas de la enfermedad de Parkinson. Es posible que también influyan en la esperanza de vida.

Atentamente

Editor en jefe

Doctor en Filosofía. n. medicina Anna Wilmowska-Pietruszyńska, prof. UŁa